El experto en marketing que apostó por sí mismo: emprender es posible

Tengo 35 años y más de una década de experiencia en el mundo del marketing digital. Me presento, me llamo Marcos. He trabajado para agencias grandes y pequeñas, y en los últimos cinco años me establecido por mi cuenta. Y ya te digo que me siento capacitado para ello, emprender es posible, y si quieres, puedes. Mi día a día estaba lleno de presentaciones, campañas, análisis de métricas, y reuniones interminables con clientes que exigían más de lo que pagaban.

Tengo que ser sincero. La empresa en la que trabajaba parecía no tener límites cuando se trataba de exprimir el talento. Jornadas de diez a doce horas, fines de semana “puntualmente” ocupados, y una cultura en la que el burnout era tratado como un trofeo más.

A pesar de sus resultados comprobados, yo seguía recibiendo un salario fijo que apenas se ajustaba al nivel de responsabilidad que manejaba. Ellos cada vez más, yo igual. Ellos cada vez menos trabajo, yo más.

Un lunes cualquiera, tras una reunión especialmente de esas que te acaban consumiendo por dentro y por fuera, decidí que ya no podía más. Tenía ojeras había adelgazado dos kilos y no podía más. Hasta en mi casa las cosas ya no eran como antes por culpa de este estrés laboral. Ese fue el punto de quiebre.

Esa misma noche, escribí mi carta de renuncia. No tenía un plan sólido, pero sí una decisión tomada. Iba a dejar de trabajar para otros y empezaría a trabajar para él. Esto es algo que aprendí de mi padre pero que nunca había puesto en marcha.

De Freelance

Lo de ser freelance era algo que me molaba. Los primeros días como freelance fueron una mezcla de tensión pero también de alivio. Me levantaba temprano, pero sin la ansiedad del reloj. En lugar de correos a las 7:00 a. m., leía con calma las tendencias del sector mientras tomaba café en mi cocina. Comencé a contactar a antiguos clientes, conocidos y pequeñas empresas que podrían necesitar servicios de marketing. La verdad es que todos se acordaban de mí, y me decían eso de “es lo mejor que te ha podido pasar”.

En cuestión de semanas, ya tenía mis primeros contratos. No eran pelotazos, pero era lo justo para ir metiendo la cabeza. Sin embargo, trabajar desde casa empezó a pasarme factura.

Yo estaba acostumbrado a currar con gente, y las distracciones domésticas y la sensación de aislamiento no iban mucho conmigo. Fue entonces cuando descubrí un centro de negocios con espacios de coworking cerca de mi casa. El lugar ofrecía despachos privados, salas de reuniones y una comunidad profesional vibrante , su nombre era CN Centros de Negocio.

Así que no tuve dudas. Alquilé un pequeño despacho con una ventana amplia y una mesa sencilla, pero funcional. Lo decoré con algunas plantas, una lámpara y una pizarra donde organizaba sus ideas. Bueno y la foto de mi hija.

Desde ese espacio, todo comenzó a cambiar. Se volvió el “tipo del marketing” al que todos en el centro recomendaban. Porque claro, en mi casa nadie me conocía, pero un centro de estos es cierto que logras interactuar, hay sinergias que se llama ahora.

Además, mi nuevo entorno me ha permitido diversificarse. Doy también talleres presenciales sobre branding digital, colaboro con diseñadores gráficos y desarrolladores que también trabajaban allí, y hasta he llegado a formar alianzas estratégicas para ofrecer paquetes completos de servicios. La verdad es que me siento muy importante y con ganas de crecer.

En menos de un año, he duplicado los ingresos que tenía como empleado fijo. Pero más allá del dinero, he ganado algo que no había tenido en años, control sobre mi tiempo y libertad creativa. Ahora me puedo permitir el lujo, o mejor dicho, el lujazo de rechazar proyectos que no me interesan porque simplemente no van con mi forma de pensar. Algo que una empresa nacional es imposible. Y sí, me pillo las vacaciones cuando quiera.

“Lo mejor de todo”, siempre he dicho, “es que siento que trabajo para mí, no contra mí”.

Y aunque tengo momentos de incertidumbre, porque ya os digo que el mundo freelance no siempre es estable, cada desafío me sirve para seguir creciendo cada mes que tengo que facturar.

Hoy, soy un tío feliz no lo puedo negar. Incluso tengo planes de formar un pequeño equipo, aunque poco a poco, que ya sabemos cómo es eso de tener que pagar nóminas a final de mes.