Nadie lo puede dudar el pan ha sido siempre algo más que un alimento. En mi opinión es un símbolo de una familia, de un hogar, en definitiva toda una tradición. Ahora bien, el tiempo pasa, y no siempre para mejor, y como en la sociedad, ocurre con el pan.
Seguro que has escuchado más de una vez eso de que el “pan ya no sabe cómo los de antes”. Y es que su sabor, su textura y la forma de preparación han evolucionado drásticamente en las últimas décadas, y como te digo, no para mejor.
Cambios en la sociedad
La llegada de la industrialización ha marcado un antes y un después en la panadería. Cada vez somos más y queremos más pan, por lo que se introdujeron procesos para hacer más pan en menos tiempo, y eso mató el relato, porque si algo necesita el pan rico es de tiempo y paciencia.
La levadura química y los aditivos pasaron a tomar protagonismo, reduciendo el tiempo de fermentación a unas pocas horas, o incluso minutos. El resultado: panes más esponjosos, pero menos sabrosos, que han perdido su frescura rápidamente. Por eso el pan ya no nos sabe al de antes. Todo tiene su explicación.
El cambio que ha vivido la sociedad en sus hábitos de vida y de consumo también se ha reflejado en el mundo del pan. Como has visto, con el paso de los años, el pan ha pasado de estar elaborado en pequeñas panaderías a ser un bien masivo que se compra en supermercados. Y lo peor de todo, que lo compramos empaquetado y muchas veces congelado antes de llegar a las estanterías.
La guerra de precios
Hace poco veía un reportaje en laSexta sobre la guerra del pan y me daban ganas de llorar. Eso parecía un mercadillo, era una competición por ofrecer mucha cantidad a poco dinero. Y claro, luego queremos que la calidad, el sabor o la textura sigan siendo igual que hace años. Desde que un panadero valenciano decidió vender a 20 céntimos las barras se desató la guerra en el sector y nosotros pagamos las consecuencias.
Es cierto que algunos artesanos todavía se sienten como la aldea de Asterix que lucha contra los romanos. Son ellos los que aún preservan las prácticas tradicionales, sin embargo, en lo que se compra en los supermercados o en algunas tiendas donde cabe todo, ese pan ya no es el mismo que disfrutaron nuestros abuelos. Siempre recuerdo que si mi abuela Patricia levantara la cabeza, lo primero que hacía es irse al panadero y darle con la barra en la cabeza.
A pesar de este panorama, todavía nos quedan momentos para la esperanza. En los últimos años ha surgido un movimiento que busca recuperar el pan de toda la vida. Son esas panaderías artesanales que luchan contra viento y marea y han resurgido en ciudades y pueblos, priorizando ingredientes de calidad y procesos tradicionales.
Un ejemplo de esta forma de trabajar lo podemos tener en Rincón del Segura. Una empresa de fabricación de pan que cuenta con 30 años de experiencia a sus espaldas elaborando pan, bizcochos y harina. Lo bueno de estas empresas es que ha conseguido hacerse un nombre dentro del sector y convertirse en la panadería artesanal ecológica de referencia en Internet.
Y es que la tecnología no está reñida con la calidad. Sus inicios fueron cultivando y elaborando productos para su propio consumo, y eso fue los que le dio la experiencia para conseguir que la tierra les diera productos de calidad Panes, bizcochos, cereales, semillas, legumbres, harinas y mucho más es lo que vas a encontrar en estas tiendas que todavía se mantienen con fuerza. Son esas tiendas que mantienen la tradición pero también la calidad. Y eso es de agradecer.
Ahora bien, este renacimiento está impulsado por consumidores que buscan que el pan sea auténtico y que buscan calidad. Porque no nos tenemos que engañar, si el cliente exige calidad, el vendedor va a buscarla, pero si nos conformamos con cualquier cosa, pues entonces estamos bajando el listón y nos ofrecerán cualquier cosa, aunque luego protestemos.
Como has podido comprobar en este artículo el pan sigue siendo un alimento esencial y que todos queremos tener en nuestra alimentación. Pero su transformación ha cambiado tanto que es el momento de reflexionar sobre lo que valoramos en nuestra alimentación. Es decir, queremos comer cualquier tipo de pan, pero al menos llevarnos algo a la boca, o por el contrario, queremos disfrutar comiendo pan. La pregunta está lanzada, las conclusiones son vuestras.