La comercialización de comidas de fuera: ¿avance o atraso?

Ah, la maravilla de la globalización. Un concepto tan sublime y moderno que nos permite disfrutar de las mejores delicias culinarias de cualquier parte del mundo sin tener que mover un dedo (excepto para sacar la billetera, claro). La comercialización de comidas de fuera, esas que vienen en empaques brillantes, fáciles de preparar y con nombres impronunciables, se ha convertido en una de las tendencias más fuertes de las últimas décadas.

Pero, ¿realmente estamos avanzando hacia un futuro culinario mejor, o simplemente estamos dejando que nuestras papilas gustativas se ahoguen en una marea de productos pre procesados?

La ironía de la “comida internacional”.

Hace tan solo unos pocos años, salir a comer a un restaurante extranjero era todo un evento; tenías que prepararte mentalmente para adentrarte en un menú desconocido, tal vez con ingredientes exóticos y hasta un poco intimidantes. Sin embargo, ahora puedes probar «sushi» de Japón, «tacos» de México o «pizza» de Italia sin siquiera salir de tu sala, gracias a la comercialización de comidas de fuera. Solo basta con abrir tu teléfono, hacer un par de clics y ¡voilà! Un banquete multicultural se presenta frente a ti, probablemente bajo el manto de un producto que, si bien imita lo que podría ser la auténtica comida de esos países, tiene poco que ver con lo que realmente se sirve en las calles de Tokio, Ciudad de México o Roma.

No es que estemos en contra de la comodidad, pero algo no está bien cuando una empresa decide adaptar la receta tradicional de una cultura a las preferencias de la «masa global». ¿Sushi con mayonesa y arroz de sushi congelado? ¿Tacos con queso procesado y carne que ni siquiera sabe a carne? ¿Pizza con borde relleno de «algo» que no quieres preguntar qué es? Y así sucesivamente, hasta el infinito. La «comida internacional» se ha convertido en una versión de cartón de lo que alguna vez fue una joya gastronómica de algún rincón del mundo. El resultado: una versión diluida, adaptada y, muchas veces, simplificada para que todos puedan decir que lo probaron, pero sin haber tocado la verdadera esencia de esos platos.

¿De verdad estamos aprendiendo de otras culturas?

La comercialización de las comidas de fuera también ha traído consigo una pseudo apertura cultural. Ah, claro, todos nos consideramos más sofisticados ahora que comemos de todo, como un kebab turco o un curry tailandés. Pero, ¿Realmente estamos aprendiendo sobre las culturas que nos rodean? Comer comida de otro país no te convierte automáticamente en un experto en su historia, tradiciones o gastronomía. Y si bien no hay nada de malo en disfrutar de una comida internacional (no somos tan serios, después de todo), el problema surge cuando se toma la idea de que consumir estos productos ya nos convierte en verdaderos entendidos de la cultura extranjera.

El nivel de “adaptación” que ha sufrido la comida internacional hace que muchas veces estemos comiendo algo que no tiene nada que ver con la tradición de esa región. Por ejemplo, ¿quién no ha probado un “sushi” que ni siquiera se parece al sushi real? Un arroz que se pega sin querer y un trozo de pescado que podría ser cualquier cosa menos pescado fresco. En algunos casos, estas versiones modificadas y adaptadas se venden como «auténticas» cuando en realidad ni siquiera se acercan a la realidad de la cocina japonesa. ¿Qué estamos aprendiendo, entonces? ¿Solo cómo consumir productos diseñados para nuestro paladar y no para entender realmente las prácticas culinarias de un país?

Los ingredientes y la “autenticidad”.

Otro tema de conversación que a menudo surge con las comidas de fuera comercializado es el asunto de la «autenticidad». ¿Es realmente auténtico comer una pasta italiana que no fue hecha con tomates cultivados en Italia y harina de la región de Emilia-Romagna? Las marcas de comida prefieren darnos una versión más rápida, más fácil de producir y, por supuesto, más rentable. Pero a medida que simplifican el proceso, ¿Cuánto se pierde por el camino? Tal vez la salsa ya no es igual de sabrosa, y ese sabor “especial” que se siente en cada bocado desaparece. Lo mismo pasa con la comida india, la mexicana, la japonesa, la tailandesa, la francesa… Se crea una versión diluida del original, porque lo que realmente importa es que podamos comerlo en cinco minutos y seguir con nuestras vidas.

Así, sin más, si quieres comer una tarta ucraniana, Extrainvest Magazin nos demuestran que ahora puedes, aunque en versión congelada, claro está. Entonces ¿Sabe igual que la original? Estará rica, pero ya te decimos que no.

Lo irónico es que muchos de estos productos no tienen el “sabor auténtico” porque están hechos para satisfacer un paladar occidental, el cual busca una experiencia rápida y sin complicaciones. ¿Y qué pasa con las especias y condimentos que son esenciales en cada cocina? Algunos de estos productos son tan procesados que eliminan completamente el sabor original. ¡Hasta se siente como si estuviéramos comiendo una versión enlatada de la comida internacional!

El impacto de la comercialización en la dieta local.

A medida que las comidas de fuera se hacen más populares, se plantea una pregunta: ¿Qué pasa con la cocina local y tradicional? La globalización ha llevado a que más personas elijan las opciones más rápidas y convenientes de las cadenas de comida rápida internacional en lugar de optar por los platos tradicionales de su propio país. Comida rápida, de conveniencia, preprocesada, ¡pero todos felices! Eso sí, todos nos sentimos modernos al compartir fotos de nuestros “tacos” y “sushi” en redes sociales, aunque sea lo más lejano a lo que comeríamos si estuviéramos en esos países.

Este fenómeno tiene un impacto en la economía local. ¿Por qué gastar en ingredientes frescos de tu región cuando puedes pedir algo de fuera que te trae un plato ya listo? Las cadenas de comida rápida y los productos comerciales importados han invadido nuestros mercados, muchas veces reemplazando la cocina tradicional y empujando los alimentos locales a un segundo plano; y esto sin duda, es un problema que debemos combatir si queremos cuidar nuestra economía y salvar nuestras tradiciones.

¿Comodidad o pereza?

Si vamos un paso más allá, la verdadera pregunta que nos debemos hacer es si, al final, esta comercialización de la comida de fuera es una señal de avance o simplemente el reflejo de nuestra pereza colectiva. Nos hemos vuelto tan cómodos que preferimos comprar un paquete de «comida exótica» que solo requiere que lo metamos en el microondas, en lugar de tomar el tiempo necesario para cocinar una receta auténtica de algún rincón del mundo. Claro, la vida moderna es acelerada, las agendas están llenas, y la comida rápida es la solución perfecta para muchos. Pero al hacer esto, ¿estamos realmente progresando o solo estamos buscando la solución más fácil y menos esforzada?

El hecho de que podamos acceder a estas opciones de comida internacional nos hace sentir que estamos más conectados con el mundo, pero también significa que estamos abandonando, poco a poco, nuestra capacidad de experimentar la verdadera gastronomía, la que realmente requiere esfuerzo, dedicación y tiempo. A veces parece que la comodidad y la facilidad nos han vuelto más perezosos, incluso en la cocina. La cocina casera, la que toma horas y que se prepara con amor y paciencia, ha quedado relegada por el preprocesado y lo inmediato.

Entonces, ¿La comercialización de comida de fuera es un avance o un atraso?

Para muchos, la comercialización de comidas extranjeras es un avance, una oportunidad para acceder a sabores internacionales sin mover un dedo, lo que representa una gran ventaja en un mundo donde la velocidad y la conveniencia lo son todo. Pero, si observamos de cerca, tal vez esta sea la cara oculta de la moneda: estamos perdiendo el contacto con las raíces, las tradiciones y los sabores auténticos. La pregunta no es si la comida internacional es buena o mala, sino si es un reflejo de la globalización que nos lleva hacia un futuro de homogeneización cultural y culinaria.

Así que, sí: comer de todo, desde un curry tailandés hasta una hamburguesa al estilo americano, puede ser visto como un avance en términos de accesibilidad y conveniencia. Pero, al mismo tiempo, debemos cuestionarnos si realmente estamos avanzando en el sentido más profundo de la palabra, o simplemente estamos tomando un atajo hacia un futuro donde los sabores genuinos han sido reemplazados por versiones que son lo suficientemente buenas para satisfacer nuestra ansiedad moderna, pero no lo suficientemente auténticas como para conectarnos con otras culturas de manera significativa.

Al final, depende de cada uno cómo decida disfrutar de la comida de fuera. Puede ser una forma de expandir horizontes, o tal vez solo una forma de engañarse a uno mismo pensando que estamos viviendo en un mundo más globalizado…En cualquier caso, lo que es innegable es que la comida extranjera ha llegado para quedarse, con sus pros y sus contras. Y si elegimos abrazarla, que sea con plena conciencia de lo que estamos realmente consumiendo.