Te cuento como puedes organizar tu pequeña biblioteca.

Desde que tengo memoria, he sentido una conexión intensa con los libros. No recuerdo un momento de mi vida en el que no hubiera, al menos una pequeña pila esperándome sobre la mesita de noche, como si fueran gatos dormidos dispuestos a despertarse en cuanto rozara sus portadas. Soy lectora antes que muchas otras cosas, y creo que, por eso, para mí, una biblioteca no es solo un lugar donde se guardan libros: es una extensión de mi forma de sentir el mundo, una especie de mapa emocional que refleja cada etapa que he vivido, cada tema que me ha obsesionado, cada autor o autora que me ha hecho cuestionarme algo profundo.

Sin embargo, durante años fui dejando que los libros se acumularan en mi casa sin demasiado orden. Al principio me parecía encantador: montoncitos en las esquinas, títulos escondidos debajo de cojines, novelas en cajones de ropa o apiladas al lado del microondas… Pero llegó un momento en que sentí que el desorden me empezaba a molestar, ya que no encontraba lo que buscaba y muchas joyas quedaban ocultas bajo todo aquel caos.

Fue entonces cuando decidí que merecían algo mejor, y me planteé organizar mi biblioteca como un espacio funcional, bonito y lleno de intención.

Antes de tocar un solo libro, me tomé un día entero para sentarme en el suelo, rodeada de mis títulos, y pensar en cómo es mi forma de leer; al fin y al cabo, organizar una biblioteca no es poca cosa, ya que debes comprender qué tipo de relación tienes con tus lecturas. Entonces me hice las siguientes preguntas:

  • ¿Lees por impulsos, o sigues un plan?
  • ¿Tienes géneros que coleccionas porque sí, o lees de todo sin filtro?
  • ¿Eres de releer a tus favoritos, o prefieres seguir avanzando hacia lo nuevo?

Poco a poco fueron saliendo respuestas que me ayudaron a comprender cómo debía organizarme. En mi caso, me di cuenta de que leo por épocas, casi por estados emocionales. Hay días en los que me lanzo de lleno a los libros sobre feminismo o historia cultural, y otros en los que solo me apetecen novelas ligeras; sin embargo, también tengo momentos de obsesión total con ciertos autores, y me gusta tenerlos reunidos.

Así que decidí organizar mi biblioteca como mi propio espacio emocional, en el que cada balda tuviera un sentido que se comunicara conmigo, más que con un sistema universal de ordenación ¡Y todo cobró sentido!

División por zonas temáticas.

Al observar todos mis libros, decidí agruparlos por lo que me hacían sentir:

  • Hay una balda dedicada a las novelas que me hacen sentir acompañada, de esas que podría releer en días grises con una manta y un té.
  • Otra está llena de autoras que me han inspirado a escribir, y que me han enseñado que hay fuerza en contar las cosas desde lo íntimo.
  • También tengo un rincón para la fantasía, uno que me recuerda a las tardes de verano leyendo sin parar, con los pies descalzos sobre el suelo.

Estas zonas temáticas no tienen etiquetas escritas, pero yo sé perfectamente lo que representan. Y es curioso cómo, al colocarlos así, algunos libros que antes pasaban desapercibidos empezaron a cobrar más presencia. Los títulos ya no compiten entre sí, sino que dialogan dentro de sus pequeños mundos compartidos.

¿Qué hago con los libros que aún no he leído?

Este asunto que me trajo más de una reflexión, porque durante mucho tiempo me sentía culpable por acumular libros sin haberlos leído aún. Sin embargo, un día leí una frase sobre las bibliotecas personales como lugares donde el conocimiento potencial es más valioso que el ya leído, y me hizo clic.

Ahora tengo una balda exclusivamente dedicada a esos libros por descubrir, que para mí son como promesas. No están al fondo ni escondidos, están a la vista, cerca de mi escritorio, como un recordatorio amable de todo lo que me queda por disfrutar. De hecho, ¿Te cuento un secreto?

A veces, cuando estoy estancada en una lectura o necesito un cambio de aire, paso los dedos por esa sección y dejo que uno me elija: ¡Es mágico! Porque muchas veces me tocan libros que necesitaba leer sí o sí: te invito a probarlo.

Hacer espacio: menos, es más.

Algo que aprendí a la fuerza es que tener una biblioteca ordenada también significa hacer sitio.

Durante un tiempo me costaba horrores desprenderme de cualquier libro (incluso de aquellos que no me habían gustado), pero un día me di cuenta de que, si mantenía libros que no me decían nada, estaba impidiendo que otros tuvieran su lugar.

Así que comencé un ritual muy personal: cada seis meses, reviso lo que tengo, tomo entre las manos los libros que no me han marcado especialmente, y si siento que no los echaré de menos, los dono. Además, el hecho de saber que esos ejemplares encontrarán un nuevo hogar me hace sentir paz, y aligerar el espacio me ayuda a que cada libro que sí me importa brille más.

¡El diseño importa!

Una biblioteca puede tener tanto de belleza como de utilidad, y a mí personalmente me gusta que mis estanterías reflejen quién soy; por eso, además de los libros, incluyo pequeños objetos que me alegran la vista, como velas aromáticas, figuras de personajes que me gustan, flores secas, y postales que me enviaron otras amigas lectoras.

Aquí quiero detenerme para hablar de algo que me encanta y que muchas veces se pasa por alto: los sujeta libros. Pienso que estos elementos son más que una pieza que mantiene los libros en pie, ya que también pueden enriquecer cualquier espacio ¡En serio! Una amiga me recomendó unos modelos súper elegantes de Esculturas Anglada, pero yo tengo un estilo menos serio.

De hecho, me pillé un par con forma de gatitos, y algunos que he ido encontrando en mercadillos o tiendas pequeñas. Colocados con intención, pueden dar personalidad a toda una estantería, y además ayudan a marcar visualmente el final de una sección o el comienzo de otra.

Etiquetar o no etiquetar: esa es la cuestión.

Durante una temporada probé a poner etiquetas pequeñas en las baldas, escritas a mano, para recordar la temática de cada una. Me encantaba cómo quedaban, pero con el tiempo me di cuenta de que esa información ya la llevaba en la cabeza.

Aun así, si estás empezando y tienes muchas categorías, puede ser muy útil al principio. Y si buscas otras ideas, también puedes poner pizarras pequeñas colgadas del lateral (como si fuera una librería), etiquetas impresas con tipografía bonita, o incluso puedes pintar las baldas de colores distintos según la temática ¡Tú eliges!

Pequeños hábitos para mantener el orden.

Una vez que logré organizarlo todo, me di cuenta de que lo difícil no era tanto el proceso inicial, sino mantenerlo. Por eso, me impuse pequeñas rutinas, por ejemplo: cuando termino un libro, lo devuelvo a su lugar y aprovecho para echar un vistazo a las baldas para ver si todo está en orden. También, si compro uno nuevo, me aseguro de colocarlo con cuidado, buscando el sitio que mejor encaje según su tono o temática.

También me gusta dejar espacio libre en cada balda, no mucho, pero lo suficiente como para que no dé sensación de agobio. Además, ese hueco intencionado siempre me recuerda que siempre hay sitio para un libro más.

Y bueno, aunque es cierto que el tema principal es cómo organizar los libros, quiero compartir un detalle que para mí fue importante: colocar mi butaca favorita justo al lado de la estantería. Antes la tenía en otra parte del salón, pero al moverla cerca de los libros, las tardes de lectura se volvieron aún mejor, es más: he creado un pequeño espacio de lectura, donde también hay una lamparita, una manta para las tardes de invierno y una mesita donde suelo dejar el té o el café, ¿y lo mejor? Ese rincón se ha convertido en uno de mis sitios favoritos del mundo.

De hecho, a veces no leo nada, solo me siento a contemplar los lomos, a recordar historias, y a dejarme envolver por esa sensación hogareña que solo una pequeña biblioteca puede dar.

Una biblioteca personal, hecha a tu medida.

Cada biblioteca tiene su propia forma de ser, y lo que de verdad le da sentido es el vínculo entre quien la ordena y los libros que decide conservar. A medida que el espacio toma forma, también lo hace una manera de recordar, de organizar los pensamientos y de situarse frente a las historias que han dejado huella.

Los títulos que acompañan desde hace años, los que llegaron en un momento importante o aquellos que aún esperan su turno conviven en equilibrio cuando se les ofrece un entorno que respeta su valor, y tener todo eso reunido en un mismo lugar ¡Es mágico!

Al final, tener una pequeña biblioteca en casa se transforma en algo más profundo: en un lugar en el que los libros encuentran su sitio y, al hacerlo, ayudan también a quien los cuida a encontrar el suyo.