En los tiempos que corren, es fácil convertirse en una persona adicta. Son tantas las adicciones posibles que, cualquier mal hábito puede pasar de ser una mala costumbre a una dependencia nociva. Las adicciones están a la orden del día. Tal vez, debido a que la mayoría de personas sufren carencias ocultas (o no tanto) que pretenden paliar con la ayuda de cualquier sustancia o actividad hasta el punto de convertirse en una necesidad.
Nuestros amigos de Sinopsis, consideran que de toda adicción se puede salir. Todo depende de las ganas y condiciones de la persona adicta y por su puesto del tipo de adicción. No es lo mismo una adicción a las drogas que la adicción al móvil. El abordaje de las mismas difiere notablemente.
Actualmente resulta tan fácil volverse adicto a algo que se toma de manera natural. Como si ser adicto fuera una conducta normal y no desproporcionada. La cuestión es reconocer el problema para poder solucionarlo. En los muchos, muchísimos, casos en los que no se reconoce como tal, la solución se desvanece.
Es sencillo habituarse a algo que nos hace sentir bien, aunque su naturaleza resulte nociva. Este dato, da que pensar y mucho. Porque no se trata ya del impacto que causen en la sociedad las adicciones. Es de considerar que sea al revés, ¿no es posible que sea la propia sociedad la que impacte a las personas de manera que los convierta en adictos? La sociedad mueve a las personas, no de forma individualizada, en masa. Si no eres parte de la masa, estás fuera. Entonces, aparecen las diferencias, los comportamientos abusivos, las carencias.
Cuando se habla de adicciones, entendemos que se habla de personas adictas, no de la masa que genera esas conductas. El problema real, podría subyacer ahí. No solo el entorno inmediato de una persona favorece esas adicciones. A parte de los factores físico psíquicos que pueden ser determinantes, los factores ambientales y demás aspectos que conforman la personalidad, el componente social, es responsable en gran medida de este grave problema.
Es aplicable en estas cuestiones, la cita de Hipócrates, “no hay enfermedades, hay enfermos”. Individualizando así cada problema, se resuelve de manera más directa y eficaz. Sin embargo, en este caso, partiendo de esta base, hay que ser conscientes de que el problema real se haya en una sociedad enferma que enferma. Válgame la redundancia.
Hábito, costumbre, vicio y adicción
Del hábito nace la costumbre. La costumbre puede llevar al vicio. El vicio, antecede a la adicción. La dependencia a cualquier tipo de conducta o sustancia con efectos nocivos es lo que entendemos por adicción. Diferenciar entre hábito y adicción es sencillo: cuando una persona, muestra conductas (o consume sustancias) de forma reiterada y estas conllevan consecuencias nocivas, perseverando en ellas a pesar de los daños, la adicción está presente.
Una persona con adicción a algo, tiene la percepción errónea sobre su comportamiento, pensando o sintiendo que, sin dicha sustancia o conducta no puede sobrevivir.
Ejecutar la acción que conlleva la adicción, en primera instancia, reporta sensaciones placenteras. De ahí que surja la necesidad. Las consecuencias negativas de estas acciones no son percibidas por la persona que sufre la adicción. Sin embargo, como es de sobra sabido por la sociedad, los daños son numerosos y los comportamientos que conlleva, difíciles de manejar para el propio entorno.
Retomando la cuestión del hábito, para que una costumbre se convierta en adicción, debe existir un componente de nocividad objetiva en la conducta. Todos los excesos son nefastos, aunque se traten de cosas a priori saludables. Sin embargo, cuando las consecuencias de un hábito reportan consecuencias negativas y pese a ello, son mantenidas en el tiempo, ya hablamos de adicción.
En este sentido, cierto tipo de conductas o sustancias, cuentan con un poder adictivo sustancial e importante por lo que generan. De ahí que resulte más fácil engancharse a ellas, sobre todo en momentos de necesidad o debilidad emocional.
Las consecuencias negativas de esta enfermedad empiezan por limitar las relaciones. Dedicar tiempo a la familia y el entorno social es cada vez menos posible.
Los conflictos que derivan de la adicción, como la falta de comunicación, cambios en el carácter y el comportamiento o la irresponsabilidad.
Las personas que padecen adiciones restan tiempo al trabajo y se tornan menos productivos, generando tensiones en el entorno laboral o llegando a perder el trabajo. Esto conlleva a su vez una perdida de recursos económicos, tanto por la ausencia de trabajo, como por los gastos en el consumo de sustancias o las conductas que se deriven de la adicción.
Psicológicamente, aparecen numerosas secuelas como la irritabilidad y la pérdida de la autoestima, la culpa y el fracaso son sentimientos que se apoderan poco a poco de la persona, llevando a estados depresivos y otro tipo de trastornos. Esto en el caso de que la persona adicta, no padezca un trastorno que sea el que la lleve a ser adicta.
Cuando se sufre una adicción, la persona se comporta de manera egoísta y egocéntrica. Descuida su salud física y en combinación con el estrés propio que genera la adicción, los síntomas y afecciones físicos hacen mella. A todo esto, hay que sumar los propios efectos que tenga la droga o conducta adictiva en cuestión sobre la persona.
Los profesionales, aseguran que una vez que la adicción toma las riendas, ejercer un control sobre la misma es muy difícil. Es la propia adicción quien controla al individuo y no al revés.
Adicciones más comunes en la sociedad actual
La libertad de la que gozamos hoy día para poder hacer ciertas cosas o adquirir cierto tipo de sustancias es con mucho, mayor de lo que era hace unos años. No vamos a negar la evidencia de que las drogas siempre han estado presentes, así como el tabaco o el alcohol.
Todo aquello que puede generar una adicción ya existía en tiempos remotos. No son inventos actuales, salvo en el caso de las nuevas tecnologías. Sin embargo, la facilidad para acceder a todas estas sustancias o llevar a cabo ciertas acciones, es algo moderno y, digamos, paradójico.
Cuando existen prohibiciones, anhelas lo prohibido. Lo temes al mismo tiempo que te atrae. Es lógico sucumbir ante ello. Cuando la prohibición deja de existir para dar paso a un extraño libertinaje, debería ocurrir lo contrario. Sin embargo, la sociedad nos empuja a probar. Algunos prueban y se quedan satisfechos. Otros, sucumben.
Para entender esto, una muestra de las adicciones mas comunes, como indicador de que poner las cosas al alcance de cualquiera, empuja a ellas.
En primer lugar, encontramos el tabaquismo con adicción. Responsable de ocho millones de muertes al año. Este hábito, tan mal visto socialmente, no se erradica, se trata de una sustancia tan legal como letal.
Otra sustancia socialmente aceptada, legal y, en este caso, bien vista. El alcohol, cuya aceptación social hace difícil diferenciar a aquellos que padecen una adicción. Los datos indican que su consumo es abusivo y causa tres millones de muertes anuales.
Pasamos a las drogas, en donde el cannabis es la más cultivada, traficada y consumida. Esta sustancia natural, se posiciona como la que genera una de las adiciones más comunes en la sociedad actual. Existen muchos defensores de esta droga que no tienen en cuenta sus efectos nocivos cuando se abusa de ella.
De carácter conductual encontramos la adicción al sexo y la pornografía. Estas conductas pueden volverse adictivas y no se relacionan directamente con la frecuencia sino con la compulsividad que desarrollan las personas que la padecen. Los adictos al sexo, necesitan incrementar sus conductas sexuales influyendo directamente en su desempeño laboral, las relaciones sociales, etc.
El juego es otra de las adicciones que desembocan en patología crónica. Las nuevas tecnologías han propiciado más todavía esta adicción que conlleva una perdida de control sobre el dinero y las consecuencias derivadas de ello.
Volviendo a las adicciones de sustancias, las drogas duras como cocaína y heroína están cada vez mas presentes en la sociedad. La euforia inicial que produce su consumo, deriva en adicciones difíciles de controlar con consecuencias devastadoras tanto a nivel personal, como social. Los efectos de su consumo prolongado pueden desembocar en enfermedades mentales de gravedad.
Con estos datos, es fácil entender el papel que juega la sociedad. La información existente al respecto de las adicciones y sus consecuencias, puede ser contraproducente. En numerosas ocasiones, se pintan las adicciones de forma que llaman la atención en lugar de alejarla. La publicidad que se hace en torno a ellas suele ser contradictoria y no disuasoria.
Definiendo la adicción como una dependencia incontrolable ante una acción o sustancia, lo que debería trabajarse es esa cuestión: la dependencia. Vivimos en una sociedad que te hace dependiente. Dependiente del móvil, de la hora, de la tecnología… Todas estas facilidades o comodidades debilitan a la persona a nivel emocional, además de conllevar una pérdida de autonomía e interés por las cosas reales. Es fácil en estos casos, que la persona encuentre aliciente en conductas nocivas que resultan, sobre todo, estimulantes.