Desde que tengo memoria, he sentido una conexión intensa con los libros. No recuerdo un momento de mi vida en el que no hubiera, al menos una pequeña pila esperándome sobre la mesita de noche, como si fueran gatos dormidos dispuestos a despertarse en cuanto rozara sus portadas. Soy lectora antes que muchas otras cosas, y creo que, por eso, para mí, una biblioteca no es solo un lugar donde se guardan libros: es una extensión de mi forma de sentir el mundo, una especie de mapa emocional que refleja cada etapa que he vivido, cada tema que me ha obsesionado, cada autor o autora que me ha hecho cuestionarme algo profundo.